domingo, agosto 25, 2013

Caro diario /2

Mire que son dos cosas distintas, Caro.

Y me va a tener que disculpar si no le sigo el dictado al pie de la letra.

Entre 1970 y 1976, más o menos, Antonio Vivaldi me acompañó tantísimo. Muchas cosas suyas fueron el pan de tantas comidas y la harina de tantos panes. Eso, se entiende, no me hace un perito.

No soy un devoto del barroco, así, sin más. Ni siquiera creo que me gusten estas músicas, y otras de este aviso, por lo que tengan de barroco.

Lo cierto es que Vivaldi estuvo en aquellos años. Y así, estando, sigue.

Con su música descubrí el sabor del violonchelo, por ejemplo. Y a él le debo el amor que tengo por ese sonido.

Apenas conservo algunos cuantos discos de aquellos días y, entre ellos, claro, están algunos de Vivaldi. Y, tal vez, Caro diario, usted espera que traiga aquello mismo que fue, además del recuerdo.

Pero.

Con los años, me topé con Il Giardino Armonico. Y he preferido muchas de sus interpretaciones a otras que o eran más lustrosas y linajudas, o eran las que tenía en la memoria. O en mi discoteca, ya algo vapuleada.

Así que, Caro diario, usted me disculpe y no se me ofenda. Guardo buenos recuerdos, sí, de aquellos sonidos. Y a usted que dizque guarda recuerdos, eso le cae bien.

Pero aquí dejo algunas de aquellas partituras que oía entonces, en las manos de otros ejecutantes que no son aquellos.

No creo que esa belleza se pierda o siquiera llegue a ajarse porque ya no esté en aquello que fue y esté en lo que ahora es.

Esta muestra que traigo (y lo muestro porque creo que es bueno verlo, también), tiene cuatro conciertos. Uno para mandolino y laúd, dos de los de cello y otro para viola d'amore y laúd.



En do mayor para mandolino, cuerdas y cembalo, RV 425.





En Mi menor para cello y continuo, RV 409.





En La menor para cello y cuerdas, RV 419.





En Re menor para viola d'amore, laúd, cuerdas y cembalo, RV 540.