domingo, agosto 05, 2012

Perombia


Es así.

Si uno anda de una parte a otra por el oeste de América, de Perú a Colombia, muchas cosas lindas va a encontrar. Lindas o graciosas o significativas, según se vea (y según los gustos...)

Es posible hacer ese ejercicio más de una vez, en las dos direcciones, y siempre se hará uno de algo que le valga. Hasta pasando por el Ecuador, yo diría, se lleva uno algo para el viaje.

Si está en Perú, por ejemplo, puede oír cosas de Arequipa como este curioso yaravi Palomita, adónde vaís, yaraví tradicional, y tristón como debe ser, pero aquí en una versión de violines que no es canónica.

O mezclarse con Nicomedes Santa Cruz y sus marineras y otros ritmos de Lima, como en Mándame quitar la vida, o en sus músicas de negros, como A mí no me cumbé.

Una rareza también es la versión de María Dolores Pradera y un conjunto canario de esta melodía tradicional, Palmero sube a la palma, que recorre ambos lados del Atlántico -y el medio del mar, como en este caso- y que va de España a Perú, pasando por varios sitios americanos.

Para recordar a la señora de las verduras, dejo esta versión radiofónica de Marineras, resbalosas y fugas de Lima que hace el Conjunto Tradición limeña, para que se vea que las radios sí pasan sus folklores... allá.

Así, de repente, va uno camino a Colombia y en eso que está llegando ya oye sones del requinto tiple. Y lo sonoros que son los nombres de los ritmos que se hacen con el instrumento: bambucos, torbellinos, guabinas, pasillos...

Entonces, para el caso, están los Ariza, varios virtuosos del mismo apellido, que desde hace mucho se lucen con esas 12 ó 10 cuerdas de la pequeña como guitarrica.

Así don Eugenio Ariza con El Tureño. O Jorge, un su sobrino lejano, con Los esteros del Camajuan o Mariquiteña.

Más reciente es Juan Eulogio Mesa que hace Entre Sagamoso y Vélez.

Todas ellas músicas, según dicen, más bien de Santander o Boyacá.

Y con esto dicho, que no es todo, nos estamos volviendo a ver, Dios primero.